Hace unos años, cuando era más pequeña, reflexionaba mucho. Reflexionaba sobre la vida, sobre la muerte, sobre por qué existía, por qué me había tocado vivir así y no de otra manera, sobre el tiempo; sobre por qué nos afectan tanto las cosas del presente si van a acabar en el pasado, e irremediablemente van a manipular nuestro futuro. Me tiraba los minutos en la ducha, pensando y recapacitando sobre las preguntas existenciales que rondaban mi mente. Por más que pensaba no hallaba ninguna respuesta y más y más cuestiones aparecían; todo ello me generaba una angustia enorme. Llegaba la hora de dormir, cerraba los ojos y soñaba con que la muerte fuera algo más a parte de oscuridad. ¿Qué pasaría si me muriera? Toda mi existencia desaparecería ante mí, mi familia, mis amigos, mi casa... todo se quedaría en nada... y esa nada me aterra; quizá demasiado. Tan lejana que parece, pero ahí está, acechando desde las sombras, esperando a que llegue tu hora.